martes, 28 de octubre de 2008

Andrés Avelino Cáceres.

Andrés Avelino Cáceres, carajo que tal cerrote. Doña Elizabeth, está en el balcón. Su pequeño Juan sale corriendo, la escalera hasta su casa es inmensa, no tiene barandales, y rodea una loza de fútbol.
Juan tiene un avión de papel entre los dedos.

Desde abajo voy viendo cómo está hecha la Asociación Andrés Avelino Cáceres, con la trocha del medio, las casitas amontonadas y entrampadas en la falda de los dos cerros. Una loza de fútbol en la falda del cerro de la derecha, y que éste le hace una pared de unos seis metros, sobre la que aun hay casitas de madera, hasta bien arriba.

Juan empieza a correr, doña Elizabeth lo ve lanzar el avión de papel en cada tanto, está muy cerca de la escalera, demasiado. El avión de papel es lanzado y va surcando el aire hasta estar por sobre la loza, Juan resbala un poco, su mano está muy cerca del avión, su pie derecho se desliza y una caída libre hasta la placa de cemento. En unos segundos está junto a la loza, nunca grito, ni dijo nada, solo se escuchó el ruido seco de su cuerpito contra el suelo.
Doña Elizabeth no dice nada. La veo desde abajo, solo parece que yo me he dado cuenta. Tengo que avisarle, le hago señas, está tan arriba no me ve.

Uno de sus dedos se mueve, su mano trata de estirarse.

El avión llega también a la loza levemente, danzando y todo tiene un aire trágico. Llego hasta donde Juan, está temblando, su madre me ve desde arriba, su cuñada está a su lado.
Me da mucho miedo levantarle el rostro, saber qué tendrá debajo, ha sido una caída increíble, tengo que ser rápido no pensar, el grito de su madre, es espantoso. Me levanto, corro, no puedo levantarlo, tenemos que llamar a una ambulancia hacer algo, un señor que ha bajado se acerca al cuerpo.

Y ya no quiero seguir escribiendo.
Recuerdo que empecé a bajar mirando el cielo, con ese sol inmenso ardiendo tras las montañas, con el cielo pintarrajeado de rojo y naranja, y mientras me voy alejando, todo va volviendo a ser simplemente normal, como las los postes de alumbrado y sus luces tristes en la ciudad donde me voy sumergiendo.

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